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Mapa de Peligros Alimentarios

Alcaloides de la pirrolizidina

Los alcaloides de la pirrolizidina (AP) son toxinas naturales que las plantas biosintetizan en su metabolismo secundario como mecanismo de defensa delante de los herbívoros. Se han descubierto unos 600 AP diferentes que se encuentran en multitud de plantas, la gran mayoría de los cuales pertenecen a 5 familias botánicas: Asteraceae, Boraginaceae, Fabaceae, Orchidaceae, Apocynaceae. Desde el punto de vista químico, la estructura básica de los AP es el anillo de pirrolizidina, conformado por dos anillos pirrole (C4H5N) fusionados con un átomo de nitrógeno como puente. La insaturación, la esterificación o la ramificación de este anillo son características estructurales que determinan la toxicidad de los AP, siendo los 1,2 insaturados los que presentan genotoxicidad y carcinogenicidad. La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) el año 1976 clasificó ciertos AP como sustancias posiblemente carcinógenas para el ser humano (grupo 2B).

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) estableció, el año 2011, un BMDL10 por exceso de riesgo de cáncer la ingesta de 70 μg/kg de peso corporal/día de lasiocarpina. En una reevaluación posterior, el año 2017 fijó como punto de referencia la ingesta de 237 μg/kg peso corporal/día de AP considerando el riesgo de efectos carcinógenos. Para los efectos agudos aquel mismo año también se fijó como límite la ingesta de entre 1 y 3 mg/kg peso corporal/ día de AP.

Los AP tienen un perfil común de toxicidad, con síntomas tanto agudos como crónicos, relacionados con su ingesta. El órgano diana principal es el hígado, y también afectan a los pulmones en casos de toxicidad aguda o de corto plazo. Los AP causan daño hepático relacionado con necrosis hepatocelular centrolobular acompañada de ictericia y en ocasiones inducen la aparición de enfermedad venooclusiva hepática (HVOD). La IARC clasifica la lasiocarpina, la monocrotalina y la ridelina como “sustancias posiblemente carcinógenas para el ser humano” (grupo 2B), mientras que los otros AP los ha evaluado como “no clasificables” (grupo 3) por la información limitada de que se dispone. Tanto la lasiocarpina, la monocrotalina como la ridelina forman parte del grupo de AP 1,2 insaturados, que se metabolizan y descomponen en anillos pirroles de alta reactividad, favoreciendo los efectos genotóxicos y carcinógenos.

El año 2011, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) emitió una primera opinión científica sobre los AP y sustancias indeseables en alimentación animal. Además de los efectos de los AP en los animales, se evaluó su transferencia a los tejidos animales y, en consecuencia, su presencia en los alimentos de origen animal. Se concluyó que la exposición causada por alimentos derivados de tejidos animales era baja, pero que la miel merecía especial atención dado que se encontraban en ella residuos de AP de manera regular.

Según los datos del Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF), entre el 2020 y el 2024 se han comunicado 76 alertas por la presencia de alcaloides de la pirrolizidina en alimentos.

La tendencia del número de alertas alimentarias por la presencia de AP en alimentos va al alza. El número de alertas los años 2021 y 2022 fue de 6 y 5, respectivamente, mientras que el año 2023 se produjeron 27 alertas por la presencia de estas sustancias en los alimentos. Los principales alimentos implicados en las alertas han sido las hierbas y especias, seguidas de los complementos alimentarios.

Los alimentos directamente asociados a la presencia de AP son las mieles, los complementos alimentarios y las infusiones de té y plantas aromáticas. En consecuencia, en Europa estos alimentos se han sometido a evaluaciones.

El año 2014, el Codex Alimentarius publicó una guía internacional para prevenir los riesgos de los AP a partir del control de las malas hierbas en las zonas de cultivo y pasto y sus alrededores, en especial de aquellas que son grandes productoras de AP como el senecio o hierba de Santiago (Jacobea vulgaris), el senecio de Madagascar (Senecio madagascariensis) y la lengua de gato, borraja silvestre o rabo de puerco (Echium spp., Echium vulgareEchium plantagineum, etc.).

En la guía se recomienda una combinación de métodos químicos y no químicos para su control. Los métodos mecánicos, por ejemplo, incluyen la extracción y el corte antes de la floración. Los métodos químicos, como los herbicidas, tienen que ser aplicados con cuidado y en combinación con otros métodos. En último lugar, también se mencionan los métodos biológicos, que utilizan enemigos naturales de las plantas y que son costosos y no siempre efectivos. Otros métodos incluyen la solarización y el flameado.

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