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Virus de la hepatitis A (VHA)

El virus de la hepatitis A (VHA) pertenece al grupo de los enterovirus, de la familia Picornaviridae, y es un virus sin envoltura con un genoma de RNA.

Existen seis genotipos (I-VI) del virus de la hepatitis A. Los genotipos I, II y III contienen cepas asociadas a la infección en humanos.

El VHA es muy resistente y se considera extremadamente estable bajo una amplia gama de condiciones ambientales, tales como congelación, calor, productos químicos y desecación. Puede persistir en el medio externo y permanecer infeccioso durante varias semanas, especialmente en aguas residuales contaminadas y en productos agrícolas regados por escorrentía o aspersión. Las concentraciones de desinfectantes que se utilizan habitualmente contra las bacterias patógenas no se consideran efectivas contra este virus.

El VHA es capaz de sobrevivir a valores de temperatura de −80 °C y puede mantenerse viable durante varios meses. En temperaturas de 24 °C, puede sobrevivir hasta 30 días en heces, mientras que a 4 °C es capaz de mantenerse activo hasta 330 días en agua mineral.

El rango de pH en el que el virus puede sobrevivir también es amplio, comprendido entre 3 y 12, lo que le permite resistir tanto ambientes ácidos como alcalinos. La resistencia al pH ácido y la cloración del agua facilitan la propagación de este virus.

La dosis infectiva del VHA es baja, situándose entre las 10 y las 100 partículas virales.

El VHA es el agente causante de la hepatitis A, una enfermedad cuyos síntomas pueden ser desde leves hasta graves. En un número importante de casos se puede desarrollar como un síndrome pseudogripal. El cuadro clínico se caracteriza por insuficiencia hepática con fiebre, fatiga, inapetencia, náuseas, dolor de estómago, orina de color oscuro e ictericia (coloración amarillenta de la piel y esclerótica ocular), anorexia y pérdida de peso. La mayor parte de las personas se recuperan en un par de semanas y se resuelve en más de un 99 % de los casos sin secuelas. El periodo de incubación es aproximadamente de dos a siete semanas.

La hepatitis A es más frecuente en niños, aunque la mayoría no presentan síntomas al contraer el virus. Los adultos tienen más probabilidades que los niños de desarrollar síntomas. La frecuencia y la gravedad de la enfermedad aumenta con la edad. Se han observado formas fulminantes en hepatopatías crónicas.

Los humanos son los únicos reservorios de la hepatitis A. El VHA se transmite por vía fecal-oral de persona a persona y puede transmitirse a través de alimentos y agua contaminados.

La hepatitis A es la forma más común de hepatitis aguda en todo el mundo, pero es poco frecuente en Europa.

En general, la segunda mitad del año (a finales de verano y otoño) presenta el mayor número de casos documentados de hepatitis A. Se estima que entre el 20 % y el 50 % de los adultos en los países desarrollados han estado infectados y han desarrollado inmunidad. En los países en desarrollo, se calcula que el 90 % de los adultos pueden haberse infectado.

En la Unión Europea (UE), la tasa de casos confirmados de hepatitis A se mantuvo entre 2,4 y 2,8 por 100.000 habitantes entre 2012 y 2016. En 2016 se contabilizaron unos 90 brotes, que representan el 1,8 % de los brotes de toxiinfecciones alimentarias.

En Cataluña las notificaciones del virus de la hepatitis A aumentaron un 212,9 % en 2014 respecto a 2013 (31 casos en 2013 y 97 en 2014); en cambio, en 2015 disminuyeron un 11,3 % (86 casos). El virus afecta, principalmente, a los hombres (56,3 %) y a los grupos de edad de niños de 1-9 años (36,7 %), seguido de los de 20-49 años (33,4 %). No obstante, según el conjunto mínimo básico de datos (CMBD), entre 2006 y 2016 hubo unos 50 casos declarados cada año.

En 2022, en la UE, 30 países notificaron 4.548 casos de hepatitis A, según el informe del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC), lo que representa una incidencia de un caso por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, 20 países de Europa registraron incidencias inferiores a un caso por cada 100.000 habitantes. Los países con las tasas de notificación más altas fueron Hungría (5,5), Croacia (5,3), Rumanía (4,8) y Bulgaria (4,4). Estas incidencias en el ámbito europeo han sido similares a las de 2020 y 2021, pero se mantuvieron inferiores a los años previos a la pandemia de la COVID-19.

Respecto a brotes de transmisión alimentaria en Europa, según los últimos datos disponibles, se notificaron 7 brotes de hepatitis A en 2020 y 20 brotes en 2019.

En España, se notificaron 304 casos de hepatitis A en 2022, con una incidencia acumulada de 0,53 casos por cada 100.000 habitantes. Esta cifra representa un ligero aumento respecto a los 209 casos registrados en 2021, pero sigue siendo inferior a las incidencias reportadas antes de la pandemia de la COVID-19.

Entre 2018 y 2023, se notificaron cinco brotes de transmisión alimentaria en España, que afectaron a 76 personas, y un brote de transmisión hídrica que afectó a dos personas.

Según el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF), en 2024, se han notificado seis alertas por hepatitis A en alimentos: cuatro relacionadas con frutas y verduras, y dos relacionadas con moluscos bivalvos.

Existen dos categorías de alimentos implicadas según la vía de contaminación:

  • ­ Productos vegetales y marisco contaminados por regar o cultivar en una zona con agua contaminada.
  • ­ Productos listos para consumir contaminados por la manipulación de un operario infectado.

Recomendaciones a los operadores:

  • ­ El personal de cocina y los manipuladores de alimentos en general, especialmente si los alimentos se comen crudos o ligeramente cocinados, deben ser conscientes del riesgo fecal-oral y la higiene alimentaria. El personal debe conocer la importancia de no manipular los alimentos si presenta síntomas de hepatitis.

 

  • ­ El personal manipulador de alimentos, y especialmente el personal de cocina, debe estar sensibilizado respecto a este riesgo y las prácticas higiénicas de manipulación de alimentos.

 

  • ­ El cumplimiento de los procedimientos en limpieza y desinfección y la selección de materias primas (origen, procedencia geográfica, riesgo de contaminación viral, etc.) contribuyen a un mejor control del riesgo viral.

 

El VHA es resistente a los métodos clásicos de conservación como la refrigeración y la congelación y se inactiva con tratamientos térmicos intensos.