El mercurio es un metal ubicuo, presente en el planeta en diferentes formas químicas: mercurio elemental, sales inorgánicas y mercurio orgánico, cada una de las cuales tiene una determinada toxocinética y unos determinados efectos sobre la salud. Aproximadamente un tercio del mercurio liberado al medio ambiente tiene un origen natural, por erosión de rocas que lo contienen o por emisiones volcánicas. Las otras dos terceras partes tienen un origen antropogénico, como la combustión de carbón y petróleo, la incineración de residuos, la extracción de oro, y la producción de productos químicos.
La toxicidad del mercurio depende de la forma química en la cual es presente: las formas orgánicas son más tóxicas que la forma elemental (metal) o en sales inorgánicas. El metilmercurio (CH3Hg+) es la forma más tóxica de los compuestos orgánicos.
La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) clasificó en 1993 los compuestos de metilmercurio como probablemente carcinógenos para los humanos (grupo 2B) y dictaminó que el mercurio y sus compuestos inorgánicos no se pueden clasificar por su carcinogenicidad (grupo 3).
El Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos y Contaminantes Alimentarios (JECFA) estableció en 2004 una ingesta semanal tolerable provisional (ISTP) para el metilmercurio de 1,6 µg/kg peso corporal / semana. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) realizó una nueva evaluación en 2012 con los últimos datos científicos disponibles, y estableció una ingesta semanal tolerable (IST) para al metilmercurio de 1,3 µg/kg peso corporal / semana.