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Mapa de Peligros Alimentarios

El nitrato es un compuesto relativamente poco tóxico que se produce de forma natural como parte del ciclo del nitrógeno. Sin embargo, se considera que sus metabolitos y productos de reacción, como por ejemplo el nitrito, el óxido nítrico y los compuestos N-nitrosos, producen efectos adversos sobre la salud, como la metahemoglobinemia y efectos sobre los sistemas vascular y pulmonar.

Los nitratos ejercen un papel importante en la nutrición y la función de las plantas, y algunas, como la lechuga o las espinacas, los acumulan en las hojas en concentraciones elevadas. El nitrato también es un aditivo conservador de los alimentos y un contaminante de las aguas superficiales y subterráneas. La principal fuente de exposición para las personas es la ingesta de verduras y, en menor grado, el agua y otros alimentos.

El Comité Científico de la Alimentación de la Comisión Europea estableció una ingesta diaria admisible (IDA) de 3,7 mg/kg de peso corporal en 1990, y la confirmó en 1995. El Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA) en 2002, y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en 2017, también la confirmaron.

Aunque los nitratos no son carcinógenos, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) estableció en 2010 que los nitratos, ingeridos en condiciones que resultan en nitrosación endógena, son probablemente carcinógenos (grupo 2A).

Los nitratos se absorben vía estómago y duodeno rápidamente y una cuarta parte se concentra en la saliva. En la boca, las bacterias de la lengua transforman una parte de los nitratos en nitritos, los cuales se tragan con la comida y se absorben como los nitratos. En general, las personas sanas transforman un 5 % de los nitratos ingeridos en nitritos, pero algunas personas con trastornos gastrointestinales pueden llegar hasta un 20 %.

Los nitritos causan hipotensión, dilatación de arterias coronarias, distensión de los alveolos pulmonares y, en dosis altas, metahemoglobinemia. Los grupos con mayor riesgo son los niños de 1 a 3 años a causa de la baja actividad de la enzima metahemoglobina reductasa, la población con deficiencia de glucosa-6-fosfato deshidrogenasa y las personas con trastornos gastrointestinales crónicos, como la gastroenteritis o la aclorhidria, por proliferación de flora bacteriana que transforma los nitratos en nitritos.

Los vegetales de hoja verde tienen contenidos elevados de nitratos. El contenido de nitratos puede variar en cada especie vegetal según la intensidad de luz (la concentración de nitratos es máxima en invierno), la variedad genética, el tipo de suelo, la temperatura ambiental, el uso de fertilizantes nitrogenados, la humedad del suelo, la temperatura y el tiempo de almacenamiento. Además, los vegetales triturados o almacenados a temperatura ambiente los transforman en nitritos por acción de la enzima nitrato reductasa o de la flora bacteriana.

Los nitratos también se encuentran en alimentos, puesto que se utilizan como aditivos alimentarios en forma de nitrato de sodio (E251) y nitrato de potasio (E252), principalmente en carnes curadas para aumentar su vida útil y causando la coloración rosada.

Según los datos del Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF), entre 2020 y 2025, solo se ha producido una alerta por la presencia de nitratos en alimentos, concretamente en 2022. El alimento implicado fue un lote de alimento infantil orgánico.

Los alimentos que pueden contener nitratos de forma natural son los vegetales, principalmente los de hoja verde como la lechuga, las espinacas y la rúcula, que representan entre el 60 y el 80 % de la ingesta. También, en menor grado, las hortalizas como los pepinos, el calabacín, las patatas, la zanahoria o la remolacha. Las frutas, en general, contienen pocos nitratos. Hay que tener un cuidado especial con los alimentos infantiles a base de vegetales porque tienen regulado un contenido máximo de nitratos muy bajo.

Por su uso como aditivos alimentarios, también podemos encontrar presencia de nitratos en carnes curadas.

A nivel de producción primaria, se recomienda la aplicación de un protocolo de buenas prácticas agrícolas que incluya el control de la concentración de nitrógeno del suelo y el uso de fertilizantes de liberación lenta de amonio.

En la industria, hay que instaurar una vigilancia de los contenidos máximos permitidos de nitratos en alimentos infantiles y en determinados vegetales como la lechuga y las espinacas. El almacenamiento refrigerado (<5 °C), el bajo contenido de microorganismos y un tiempo corto desde la cosecha para transformar o comercializar los vegetales evitan que los nitratos se transformen en nitritos.