Mapa Perills

Mapa de Peligros Alimentarios

Dioxinas (PCDD) y furanos (PCDF)

El término dioxinas incluye un conjunto de compuestos orgánicos con una estructura y toxicidad similares, formado por más de doscientos compuestos que se pueden agrupar en dibenzodioxinas policloradas (PCDD) y dibenzofuranos policlorados (PCDF). Las dioxinas son compuestos tricíclicos clorados que abarcan un grupo de 75 dibenzodioxinas (PCDD) y 135 dibenzofuranos policlorados (PCDF). De este conjunto de 210 compuestos, se ha considerado que 17 comportan riesgos toxicológicos.

Estos compuestos se generan de forma no intencionada en los procesos de combustión o incineración en presencia de cloro y en procesos de combustión incompleta de materia orgánica, por ejemplo, cuando se quema un bosque. Se generan en numerosos procesos industriales y son contaminantes muy lipófilos y persistentes en el medio ambiente.

Estos compuestos orgánicos se encuentran en el medio ambiente como mezclas de diferentes congéneres, y su toxicidad individual puede cambiar de la orden de mil veces entre los diferentes compuestos. El congénere más tóxico es la 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-p-dioxina (TCDD).

Las dioxinas y los furanos son contaminantes orgánicos persistentes (COP) incluidos en el Convenio de Estocolmo.

En 1998 la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció una ingesta diaria tolerable (IDT) en un intervalo de 1 a 4 pg/kg de peso corporal. En el 2001 el JECFA (Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos y Contaminantes Alimentarios) estableció una ingesta de seguridad mensual de 70 pg/kg de peso corporal/mes. En el 2005, para poder evaluar conjuntamente todas las sustancias con efecto tóxico de dioxinas, la OMS estableció unos factores de equivalencia toxicológicos para dioxinas, furanos y bifenilos policlorados (PCB) similares a las dioxinas, y los valores se expresan según pg OMS-TEQ/g -picogramos de toxiequivalentes por gramo-. En el 2015, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) estableció una ingesta semanal tolerable (IST) de 14 pg OMS-TEQ/kg pc y semana. El mismo organismo, en el 2018, estableció una IST de 2 pg OMS-TEQ/kg pc y semana.

La exposición a altas concentraciones de estos compuestos puede causar lesiones cutáneas, tales como cloracné y manchas oscuras, así como alteraciones funcionales hepáticas. La exposición prolongada se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares, alteraciones inmunitarias, del sistema nervioso en desarrollo, alteraciones del sistema endocrino y de la función reproductora. También pueden provocar cáncer. La Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC) clasifica el compuesto más tóxico de las PCDD, la 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-p-dioxina (TCDD), dentro del grupo 1, como carcinógenos para los humanos.

El feto es particularmente sensible a la exposición a las dioxinas. Algunos individuos o grupos de individuos pueden estar expuestos a mayores concentraciones de dioxinas a causa de sus dietas o su trabajo (por ejemplo, trabajadores de la industria de los herbicidas, o de plantas de incineración y vertederos de desperdicios peligrosos).

Las dioxinas y los furanos no son producidos a escala industrial ni tienen un uso tecnológico. Se forman de manera no intencionada en varios procesos industriales y térmicos, y durante la crema de ciertos residuos si el proceso no se controla adecuadamente, dado que se liberan en el medio ambiente. Debido en sus propiedades lipofílicas y su resistencia en la degradación, las dioxinas y los furanos tienden a acumularse en el tejido adiposo animal donde se bioacumulan y biomagnifican en la cadena trófica, y se incorporan en la cadena alimentaria.

El consumo de alimentos es la principal vía de exposición de la población a las dioxinas, dado que representa hasta un 90% de la exposición total.

De acuerdo con los datos del Estudio de dieta total en Cataluña, en el 2017, la ingesta de dioxinas disminuyó un 89% respecto del año 2000 y un 17% respecto del año 2008.

Aunque las dioxinas ya eran conocidas desde finales del siglo XIX, hasta 1957 no se describieron sus efectos tóxicos, y más concretamente los episodios de cloracné descritos en trabajadores que manipulaban productos orgánicos clorados del grupo 4. También en el año 1957 se identificó, en un pienso de aves en los Estados Unidos de América, el 2,3,7,8,9-hexaclorodibenzo-p-dioxina, que se relacionó con una afección desconocida hasta el momento que había causado una mortalidad elevada en las aves alimentadas con este pienso.

En Europa, uno de los incidentes que tuvo más eco se produjo en Bélgica en el año 1999, donde debido a una partida contaminada de pienso animal se tuvo que proceder con una retirada de carne de pollo y huevos del mercado, y de productos que contuvieran más de un 2% de huevo procedente de Bélgica.

Otra polémica sobre la presencia de estos contaminantes en alimentos tuvo lugar al principio del 2004 a raíz de la publicación de los datos de un estudio sobre la contaminación de los salmones, publicado en la revista Science. La contaminación en Irlanda de piensos con gases provenientes de la combustión de aceites durante el secado del pienso provocó la contaminación por dioxinas de la carne de cerdo con concentraciones cien veces superiores al nivel máximo permitido en la UE. Este hecho hizo que Irlanda retirara toda la carne de cerdo distribuida en el mercado interno y externo producido en el país a causa de la gravedad de la contaminación.

Según los datos del Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF), entre el 2020 y en el 2024 se han producido seis alertas por presencia de dioxinas en alimentos en Europa, relativas principalmente a piensos animales.

El pescado y otros productos de origen animal representan aproximadamente el 80% de la exposición a través de la dieta. Las dioxinas se encuentran mayoritariamente en alimentos con elevado contenido en grasa como carne e hígado de vacuno, ovino, aves de granja, cerdo, pescado y aceites de pescado, leche y productos lácteos, huevos, grasa animal, aceites y grasas vegetales.

Las dioxinas y los furanos son contaminantes orgánicos persistentes (COP), y evitar la presencia de estos contaminantes en los alimentos resulta una tarea complicada ya que se encuentran omnipresentes en el medio, y hay que basarse en metodologías preventivas. La FAO/OMS emitió en el año 2006 un código de buenas prácticas para la prevención y reducción de dioxinas y PCB en alimentos y piensos, donde recomienda identificar las posibles fuentes de contaminación (como es el caso de emisiones industriales), el uso de buenas prácticas de fabricación (para evitar la emisión de dioxinas) y una correcta vigilancia y control para monitorizar los niveles de dioxinas en alimentos y piensos.

En este sentido, desde el año 2002 se han publicado varias recomendaciones relativas a la reducción de la presencia de dioxinas, DL-PCB y NDL-PCB en los alimentos y en los piensos, para las que se determinan umbrales para la intervención con el fin de estimular un planteamiento proactivo. Cuando los contenidos de estos contaminantes superen los umbrales especificados para la intervención, los estados miembros, en cooperación con los operadores, iniciarán investigaciones para determinar la fuente de contaminación y adoptarán medidas para reducirla o eliminarla.